Nací en Barcelona, mirando al mar, en el 74. Dos son las grandes pasiones que me movieron desde niña. Ser comadrona y la música.

Recuerdo que gané un par de concursos de poesía estudiando primaria en el cole. Uno de ellos se trataba de escribir un soneto sobre la leyenda de Sant Jordi , me sorprendí a mi misma viendo lo fácil que me resultó componer sus dos cuartetos, dos tercetos, las once sílabas y su rima ABBA ABBA CDC DCD. El gusanillo por la escritura empezaba a acompañarme.
Por aquellos tiempos me encantaba esconderme debajo de la cama a escribir en mi diario todo lo que mi boca no decía.
Pero las ciencias puras (así se llamaba en mi época de estudiante) imprescindibles para alcanzar mi primer objetivo, se interpusieron en mi camino. Me daba cabezazos contra las mates, la física y la química, mientras bebía los vientos por la literatura, la historia y la música que se impartían en el aula contigua a la mía. Sentía que el corazón me llevaba también para otro lado.
Tras la carrera de obstáculos, de años de estudio y esfuerzo, conseguí hacer realidad mi primer sueño, ser matrona, y me considero una privilegiada por poder vivir con el milagro de la vida entre mis manos.

La música siempre quedó en un segundo plano.
Con trece años, un verano por delante y  un librito de acordes, puse mi primer “LA” en una guitarra, totalmente autodidacta. No fue hasta los 25, cuando ya tuve mi profesión bien afianzada, que me dejé llevar hacia el otro lado, del que el corazón me estiraba. Y me puse a estudiar.
Estudié en una escuela de música moderna con el programa del Taller de Músics de Barcelona. Fue estupendo ponerle nombre a todo lo que de forma intuitiva me hervía dentro.

Convivían y conviven en mí la partería y la música, dos artes ancestrales que tocan el milagro con la punta de los dedos, que viven con las emociones a flor de piel y respiran la magia en el aire.

Con el tiempo la música fue sedimentando en mí, junto a mi forma de ser y pensar.
Un buen día cumplí el sueño de tener una guitarra acústica que, sumado a un momento vital de transición y liberación, consiguieron que eclosionara algo que llevaba toda la vida encerrado. Y empezaron a visitarme frases y melodías en el duermevela de las noches de imaginaria…y empecé a escribir canciones como terapia para expresar las emociones.

Se abrió en mí un canal, como una fuente de agua subterránea que encuentra una salida en la roca y ya no deja de manar agua, aunque, a veces, se vuelva a esconder…

– Nuria Risques